Para meteros en materia empezaré hablando del Yu-Gi-Oh!, que
significa "rey de juegos". Un juego de cartas basado en una serie de
Anime, quizás no os suene, pero tubo su boom hace tiempo por estos
lares. Podría usar cualquier otro TCG (juego de cartas coleccionables)
para explicarme... no sé, cosa de predilecciones.
En
éste juego de cartas la finalidad es conseguir que los puntos de tu
oponente lleguen a 0, para conseguir ésto tienes diferentes mazos de
cartas donde
escoger: tienes los Burn que son especialistas en hacer daño
con cartas sin atacar; mazos basados en diferentes tipos de elementos
con sus características especiales, también tienes mazos para que tú
adversario se quede sin cartas y otros para ganar en un número de turnos
determinadas, montones de opciones diferentes para conseguirlo.
Vaya
tontería ¿no? Pues no, en mi andadura en este juego de cartas mis mazos
siempre se han basado en cartas de todos los mazos, buscando la
diversidad de uso de cada carta y comparándola con las posibilidades de
acción que ésta podría ofrecerme en cada momento. No me gustaba la
opción fácil de coger un mazo preestablecido y usar la misma estrategia
hasta el fin de los días, es aburrido y a veces no es suficiente para
ganar.
Al ser un juego de cartas, robas una mano y
parte del duelo queda determinado por ella; también el punto de
concentración, saber la estrategia de su mazo para anticiparte o la
forma de entender el duelo afecta; un cúmulo de variables que deciden
quien ganará el duelo. Esto no quiere decir que tus cartas no sean
suficientes para ganar el duelo y mucho menos que sea un mazo inbatible,
más bien es una opción versátil al englobar
diferentes cartas con diferentes aptitudes y utilizables en cada
momento.
A veces te encuentras que la unión de
diferentes cartas de tú adversario le dan una ventaja, pero eso no quita
que puedas conseguir el mismo efecto, puedes tener una cantidad de
cartas de una misma clase y conseguir un combo parecido. Una cosa no
quita a la otra.